En el viaje de la vida espiritual, cada paso cuenta, y en mi
experiencia, he descubierto una poderosa herramienta para elevar el espíritu
misionero de los miembros y líderes de la iglesia: la caminata hacia las
alturas, hacia ese lugar donde la perspectiva se amplía y el alma encuentra
inspiración. Esta actividad, lejos de ser solo física, se convierte en una
travesía espiritual que encuentra su eco en las Escrituras.
En mi caminar junto a los hermanos de la iglesia, he optado
por llevarlos a lugares elevados en la ciudad, emulando la experiencia de Josué
y Moisés en la cima, contemplando la promesa divina en la lejanía. Esta
elección no es casual; tiene sus raíces en la sabiduría bíblica que nos muestra
cómo esos momentos en la cumbre pueden transformarse en catalizadores
espirituales.
Subiendo a la Cumbre: Reflexiones desde lo Alto
"Sube a lo alto de un monte y levanta tus ojos al
oeste, al norte, al sur y al este. Mira esta tierra con tus propios ojos,
porque no entrarás en la tierra que estoy dando a los israelitas. Tú mirarás,
pero no entrarás." (Deuteronomio 3:27)
Así como Moisés subió al monte Nebo para contemplar la
tierra prometida, invito a los miembros a ascender hacia las alturas. En esos
momentos, compartimos lecturas de Deuteronomio, recordando la trascendencia de
la visión y cómo el acto de mirar desde lo alto es más que una observación
geográfica; es un acto simbólico de compromiso con la misión divina.
Compartiendo las Experiencias de Josué: La Cumbre de la
Determinación
"Y subió Josué de mañana, y todo Israel con él,
desde Silo, y llegaron a Hai, y pusieron cerco a la ciudad." (Josué
8:3)
Josué, también en una cumbre, no solo contempló sino que
actuó. Compartimos estas experiencias mientras caminamos juntos, comprendiendo
que la visión es poderosa, pero la determinación activa es esencial. Así, en
cada paso, se fomenta el deseo de comprometerse más plenamente con la obra
misionera de la iglesia.
Del Encuentro a la Participación: Una Necesidad
Espiritual
La caminata no es solo un ejercicio físico; es una metáfora
de nuestro viaje espiritual. La necesidad de participación se desarrolla a
medida que compartimos no solo la vista panorámica de la ciudad, sino también
la visión de una iglesia activa y comprometida en la misión. La cumbre se
convierte en un llamado, una invitación a ser partícipes activos del propósito
divino.
"Oh, venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos
delante del Señor nuestro Hacedor." (Salmo 95:6)
En cada caminata, invitamos a los hermanos a adorar y
postrarse, reconociendo que, como comunidad, somos parte de un plan divino. La
participación se convierte en una necesidad espiritual, una respuesta natural a
la revelación divina experimentada en la cima.
Compromiso Renovado: Más Allá de la Cumbre
La experiencia de caminar hacia las alturas no termina en la
cumbre; se proyecta hacia el compromiso renovado. Inspirados por la visión y
motivados por la participación, los miembros regresan a la vida diaria con un
mayor compromiso con la iglesia y una voluntad reforzada para trabajar en la
viña del Señor.
"Por tanto, hermanos míos amados, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano." (1 Corintios 15:58)
Así, caminar hacia la inspiración se convierte en un llamado
constante a la acción, a comprometerse con la obra del Señor con renovada
energía y determinación. Que cada paso sea un recordatorio de nuestra llamada
divina y una expresión de nuestro amor y devoción al Dios que nos guía desde
las alturas.
A continuación comparto las fotos y videos que hice aprovechando estas experiencias: