La santidad de Dios trasciende toda comprensión humana. En Isaías 6:3, los serafines proclaman: "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria". Esta repetición enfática resalta la incomparable pureza divina que llena el universo.
En la santidad de Dios, encontramos un estándar inalcanzable por nuestra propia fuerza. 1 Pedro 1:15-16 nos insta: "Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo". La santidad de Dios nos llama a vivir vidas consagradas, reflejando Su carácter en nuestro andar diario.
La majestuosidad de la santidad divina nos lleva a la adoración reverente. Salmo 99:9 declara: "Exaltad al Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte, porque el Jehová nuestro Dios es santo". Al reconocer la santidad de Dios, nuestra respuesta natural es la adoración humilde y reverente.
"Santo Santo Santo", espero sea de vuestro agrado.
Letra de la cación Santo Santo Santo,
del Himnario Adventista.
Santo, Santo, Santo; Dios Omnipotente;
canto de mañana tu excelsa majestad;
Santo, Santo, Santo, fuerte y clemente,
Dios sobre todo, Rey de eternidad.
Santo, Santo, Santo; ángeles te adoran;
echan sus Coronas del trono en derredor;
miles y millones ante ti se postran;
tú que eras, y eres, y has de ser, Señor.
Santo, Santo, Santo; aunque estés velado,
aunque el ojo humano tu faz no pueda ver;
sólo tú eres santo, como tú no hay otro;
puro es tu amor, perfecto es tu poder.
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La santidad de Dios es una realidad que nos sobrepasa, una pureza divina que inunda toda la creación. En Su santidad, encontramos un llamado a la consagración y una invitación a adorar al Dios que es Santo, Santo, Santo.
Pr. Gerson Vega
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